El gráfico más abajo, pertenece al libro Antideportivo: cómo el activismo trans y la negación de la ciencia están destruyendo el deporte —Unsporting: How Trans Activism and Science Denial are Destroying Sport, 2021— de la canadiense Linda Blade (coordinadora de la WDI de Canadá) con Barbara Kay.
El gráfico permite ver cómo, en los Juegos Olímpicos, el número de mujeres en eventos de carrera, crecieron desde 1928, hasta casi alcanzar al número de varones en el año 2016, compitiendo de manera profesional como ellos.
En 1996, una nueva ideología con el concepto de “identidad de género”, facilita la violación de los principios básicos de responsabilidad individual y juego limpio (fair play). En el campo deportivo aparece una mezcla única de justicia social e ideología de género, basada no en lo que son, sino con lo que se quieren identificar.
Se calcula aproximadamente una ventaja que oscila entre el 10% al 50% de acuerdo al deporte, cuando el varón se inmiscuye en categorías femeninas según Blade, con las catastróficas consecuencias para ellas.
Aquí veremos el caso de un varón que quiere correr con mujeres y llegar primero a la línea de llegada y en el podio recibir su premio.
El varón es paraguayo, quiso ser afeminado y que lo reconocieran como mujer. Migró a Argentina pues en su país de origen, no podía tener una identificación como tal, que le impedía trabajar y estudiar. Actualmente, estudia en la Universidad de Quilmes y trabaja como administrador en una organización y es atleta, entrenando seis días por semana.
Su migración no es casual. La mayoría de la población migrante en Argentina proviene de países vecinos: Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Uruguay. En su caso, la legislación argentina le reconoció su autopercepción como mujer, llamándose Anna. Publicitando su caso, logran un doble cometido: hacer propaganda sobre el mundo de personas TRAN$, sobrepasando las fronteras entre países, y alimentar una corriente de opinión negativa hacia países que, como es el caso de Paraguay, todavía no ha logrado ser conquistada por la industria TRAN$.
El contenido de la nota se desarrolla básicamente con las siguientes afirmaciones. Primero veamos las del periodista:
La discriminacion que ha sufrido en el deporte por no ser una mujer biológica.
Antes de cruzar la meta como ganadora, casi se deja adelantar por la siguiente corredora de la categoría femenina.
No es la primera vez que Anna, de 33 años, vence en una carrera, pero sí la primera vez que se sube al podio o le permiten hacerlo.
Anna, que empezó en el atletismo en 2019, sostiene que ha obtenido primeros puestos en otras tres o cuatro veces, y ha tenido que ceder su lugar debido a las imposiciones de World Athletics (antes conocida como Federación de atletismo mundial) . E incluso, ya siendo federada, ha debido participar como invitada.
La primera atleta trans de la historia argentina no siempre ha sido premiada, aunque gane.
En 2021 ganó una carrera en conmemoración del Día de la Mujer. Fue la primera en ganar. Si bien gran parte de la carrera ocupó el tercer lugar, en los últimos 150 metros arremetió con un sprint que impactó a todos y quedó en primer lugar.
No le han negado competir por ser TRANS, de hecho celebra el apoyo que recibe dentro de compañeras atletas y el “espíritu inclusivo” del mundo deportivo.
Estas son las afirmaciones del atleta:
“Escucho seguido que estoy robándole el puesto a una mujer.”
Consideró quedar segunda “para darle gusto a la gente” pero enseguida cambió de parecer … “así que aceleré para ganar”.
“Empecé a correr porque quería bajar de peso. No lo hacía pensando en que era la primera chica trans en el atletismo en el país.”
Corre “para visibilizar y molestar a los retrógrados” a los que por muchos años negaron a personas trans formar parte del deporte.
Se alegra cuando no hay World Athletic que rija sus carreras, por las cuales se anota como mujer y las gana. Y dice: “Si gano aquí, sí o sí me tienen que premiar porque en Argentina hay una Ley de Identidad de Género. Se rigen por la norma nacional”.
“El problema es cuando ganas, no cuando competís”... “Acá nadie discrimina a nadie. Cuando llegas a la meta y sos la primera, empieza el problema” … la criticaron en las redes y: “Yo decía: solo estoy corriendo, no estoy haciendo daño a nadie” comenta.
El periodista se solidariza con el atleta que no puede ser reconocido como deportista femenino como quisiera. El atleta está resentido porque la World Athletics establece ciertos requisitos para poder competir porque su cuerpo es (obviamente) masculino.
El problema médico que no puede sortear es soportar un bloqueador de testosterona, para bajar sus niveles, y así ser reconocido como “femenino“. Por lo cual, no puede aspirar a ganar competiciones nacionales.
Su ambición de correr dentro de las competencias de World Athletic, no evita que las autoridades argentinas lo permitan en otras competiciones. De hecho, en una nota un año antes, en El tiempo en 2021, donde es celebrado por ganarle al resto de las corredoras mujeres en el Día de la Mujer, reconoció que él tiene más fuerza por ser varón, ya que sostuvo que el tratamiento hormonal le hace perder fuerza y tener contextura femenina.
Hasta aquí el contenido de la nota periodística.
Pero indaguemos un poco más. Actualmente, World Athletics permite que los atletas masculinos que se autoidentifican como mujeres, compitan si sus niveles de testosterona caen por debajo de 5 nmol/L durante 12 meses. Esto fue establecido por el Tribunal de Arbitraje Deportivo en julio de 2022, para asegurar la integridad de los deportes femeninos. ¿Podríamos respirar aliviadas que por fin se está haciendo justicia?
Lamentablemente no. La reducción de los niveles de testosterona no son suficientes para competir en igualdad de condiciones, porque además, hay demasiadas diferencias estructurales para considerar. Igualmente, el único estudio, bastante cuestionado, en que se basó esta medida (tomada originalmente del Comité Olímpico Internacional) proviene de un canadiense que se autoidentifica como mujer, que investigador amateur. Y si las mujeres tomaran suplementos de testosterona, serían descalificadas por dopaje.
Volvamos a la nota periodística. Normalmente, se sopesarían los argumentos con datos, se incluiría el contexto para que el lector comprenda la noticia. Por ejemplo, ¿qué efecto tiene la testosterona en los atletas? ¿Qué pasa con la testosterona en el cuerpo femenino? ¿Cuáles son los promedios en las carreras entre varones y mujeres en los 3.000 metros, como él corre? ¿Cuáles son los debates en World Athletic?¿Por qué se le exige a un varón bajar sus niveles de testosterona para participar?
Pero esta es una nota sesgada, es un recorte arbitrario de la realidad, entre otras razones, porque lo que emana es misticismo de género, al decir de Linda Blade, basado en una teoría no científica y un pensamiento mágico. Más aún, se ignoran las razones para impedir que un varón compita con niveles más altos de testosterona, pues obligaría a demostrar cuales son los criterios para que una competencia deportiva se realice en igualdad de condiciones.
La otra parte protagonista de la noticia, las mujeres, están ausentes, porque las corredoras lo han aceptado, pero básicamente porque ellas no tienen importancia. La nota es una queja por tener que contentarse con menos, porque una entidad superior le ha puesto coto a sus ambiciones deportivas.
El atleta en cuestión, junto con el resto, son suficientemente inteligentes para saber sobre su ventaja inherente frente a sus oponentes femeninas, que le está robando el puesto de llegada y aún así lo ostenta, causa deleite con su melena larga, cintura de avispa y pechos de silicona. Es la impunidad que les da el patriarcado, de sentirse únicos y valiosos, borrando los derechos de las mujeres como deportistas a una competición justa entre sus pares.
¡Gracias por leer AlDiaFem!